De los celos a la extensión del erotismo en la palabra del otro

Los miedos están, pero menos inquisidores, castradores, conductistas y generadores de violencias.

Las Maricadas que uno piensa
Manuel José Bermúdez Andrade
Familia Poliamorosa -Trieja- de Medellín

¿y los celos? Preguntan. En la búsqueda de una suerte de gurú poliamoroso con fórmulas mágicas para sus problemas de posesiones y poder sobre el cuerpo y el deseo. Yo, como siempre, sonrío y les narro alguna anécdota. Sin importar, Incluso, si comparten o no mis vivencias. Mis miradas.  
Y es que se vuelven obsesión las teorías, fórmulas, reglas, normas, rutas, en contravía al permitirse, escudriñarse, revisarse y vivirlo en libertad. Y ahí, sacar sus propias conclusiones.
Las verdades absolutas. Son en mucho, el artilugio, de quienes retienen en el closet sus deseos, esperando se les posibiliten vías desde el conocimiento teórico o las normas y leyes, para atreverse con la validación social.  O la manera en que pontifican para declararse luego creadores de saberes que deben ser referenciados en pie de página como su propiedad intelectual. Colonizadores de vivencias ajenas de los que en temas de poliamor sí que los hay.
Yo vivo, aprendo, desaprendo y vivo. Empirismo del cotidiano que se va validando en los comentarios de quienes, con afinidades protectoras y entre risas o regaños amables, amigos y amigas, me hacen caer en cuenta de cosas que luego evaluó y asumo o descarto.
Vivencias, donde celos, como poliamor, no son temas que aborde con fórmulas preconcebidas, ni con concejos mediatizados de superación personal. Son, sobre todo, actitudes y procesos modificados de vida y en la vida. Mi vida.
Acumulados de pensar y pensarme, desde mi mirada libre, libertaria y libertina. Para algunos, grotesca y desparpajada. Entender por ejemplo y a fuerza de vivirlo, por condiciones y privaciones sociales, pero luego por convicción, que no todo lo que quiero tiene que ser en exclusividad solo mío. Con mayor razón, cuando se trata de un cuerpo amado, el del otro, que tiene también sus propias decisiones y deseos.
Y claro que he tenido momentos de dolor. Dolor de macho. Desprenderme de los celos, ha sido tan duro, como hacerlo de otras tantas actitudes machistas instauradas en la propiedad. El tener, el haber, el poseer, está cargado siempre de malestares aprendidos y crónicos.
Pero detenerme, calmarme y reflexionar, antes que obrar con el tradicional impulso del macho herido, ha permitido alivianarme. Tener cada vez, menos carga de dramatismos. Dramatismos de macho de los que poco hablamos. Los miedos no desaparecen, pero al ser cada vez menos inquisidores, castradores, conductistas, permiten transformar, repotenciar, redirigir, en mi caso, los celos hacia otros placeres imaginados e inimaginados. Transformarlos, por ejemplo, en complicidades para la extensión de mis pasiones.
Ese cuerpo del ser amado que regresa y permanece, afín y protector, visto sin las rabias por lo quitado o robado, es escuchado con en toda la carga de sus otras vivencias, experiencias que, al ser narradas, no confesadas, son también mis propias experiencias a través del cuerpo y del deseo extendido, colectivizado. Adicionar al placer de ser visto o de ver, que a menudo nos ofrecen las redes sociales, el placer de imaginar en la palabra cercana del otro. Sus verdades, nuestras verdades, no escondidas.
Es posible que acontezcan desaciertos en el proceso. Pero entonces, sobre todo, el amor, también es la palabra, la comunicación, el dialogo. Lo libertario posibilita continuar. Por eso tampoco pueden ser reglas totalitarias, principios, por sobre la esencia de lo que somos, seres con una relación de cuidados mutuos, afectividades, y afinidades. Eso es más poderoso que “la aventura”. Y es ahí donde la anécdota narrada trasciende al juicio, a la confesión cristiana, “yo pregunto, vos me contás”, para llegar al disfrute de nuestro propio deseo en extensión, a través de la narrativa erotizada de los deseos del otro. Y entonces los celos retroceden, se diluyen.
Es mi narrativa, no tienen que estar de acuerdo, pero así me ha funcionado. Me ha liberado en mucho del ego capitalista de macho colonizador, poseedor, conquistador, propietario. Requiere revisarse, eso sí, en el día a día. Razón de más para que la comunicación nos prevenga caer en monotonías. Parece un gran esfuerzo, pero la monogamia lo es más y brinda mucho menos.
La aspiración de emanciparse del concepto propietario sobre otros seres y sus cuerpos, incluye no solo animales y ecosistemas, sino la biología de los vínculos sexuales y afectivos. Del cuerpo deseante y deseado del otro.
Ah, y si te topas en las redes de sex, con mi nick de VGruesa, no te hagas ideas de que me contradigo en mis principios anti falocráticos y machistas. Ese apodo me lo regalo un amante hace años y me lo quede en su honor, más que por lo que representa anatómicamente, herencia quizá de mis ancestralidades indígenas pijaos tolimenses, por lo que desata en también esas otras maneras del erotismo, el ser imaginado y deseado y las conversaciones seductoras que se suceden, y que para mí son tan o igual de halagadoras que el mismo encuentro de cuerpos. Hace rato la revolución sexual de Stonewall nos posibilitó eso, la vigencia de lo erótico en sus inimaginables posibilidades, incluido internet. Claro, no esperen que les mande una foto pues hace rato deje de confiar en la lealtad de estas redes y sus usuarios. Lo mío es real, de frente, sin esconder, y conversándonos nuestros erotismos en narraciones al oído.

Medellín, enero de 2023

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